Decite que sí!
Hablar de recaídas es hablar de momentos difíciles y dolorosos donde el cuerpo y la mente establecen, fuertemente, sus límites; establecen su identidad, sin que al principio podamos entender los porqués de estos retrocesos.
El proceso de recuperación es como sumergirse en un río por primera vez. Un@ no está adaptad@ al agua fría ni a las burbujas que genera la corriente. Un@ no está acostumbrad@ a pisar la arena del fondo ni a esquivar las piedras, pero después de un tiempo el agua fría se siente cómoda y suave en el cuerpo; el cuerpo se siente liviano y las burbujas relajan y se hace dinámico y divertido sortear piedras y nadar contra la corriente.
Ningún aprendizaje es lineal, y tampoco ninguna recuperación. Para salir a flote, hay que nadar contra la corriente y, a veces, a favor de ella. Otras veces, hay que quedarse quiet@ y hacer la plancha por un rato, otras tomar aire y sumergirse en la profundidad.
¿Qué nos está queriendo decir este síntoma, este dolor? ¿Qué nos enseña este malestar de la recaída?
Entender que las caídas o retrocesos implican aprendizajes y que esas experiencias nos enseñan sobre nuestras debilidades, pero también nos obligan a encontrar nuestras fortalezas visibles y las más profundas.
Entender que solo podemos avanzar y que aun en las caídas y retrocesos estamos avanzando.
Entender que nada vuelve al mismo lugar, es fundamental; y que todo, aun en las mayores dificultades empuja hacia adelante si estamos acompañad@s y contenid@s.
Como el río…, nunca pasa dos veces de la misma forma.
Hay que sumergirse, flotar y dejarse llevar. Disfrutar de ser livian@s y avanzar lentamente con la corriente.
Diría Alejandra Pizarnick: «Que tu cuerpo sea siempre un amado espacio de revelaciones».
Florencia Pereyra
Psicóloga
Integrante de Psiclo
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